jueves, 9 de febrero de 2017

La ignorancia, el primer paso del aprendizaje.

Unos días atrás, escuché esta frase en boca de una amiga: “No lo sé hacer, soy tonta”. Me dolió mucho, porqué, en algún momento de mi vida, yo también he reaccionado igual que ella. He pensado: “Si no sé resolver un problema, arreglar una situación, con los resultados esperados, entonces es que hay algo en mí que no está bien, que no está a la altura.”

¿Hace falta que te diga que es una suposición falsa? Cuando te enfrentas con una situación X (responder a una pregunta en una reunión de trabajo, arreglar un electrodoméstico, bajar un archivo del ordenador, instalar un programa nuevo en tu teléfono, elaborar una receta de cocina, etc.) y no obtienes el resultado esperado, no quiere decir que seas tonta, torpe y que no sirves para nada. Sólo quiere decir que tienes que aprender a hacerlo. Y eso conlleva voluntad, tiempo, conocimientos y práctica.

Voluntad: quizás decidas que no quieres aprender. Que es más fácil, cómodo y práctico llamar a un técnico y que arregle el aparato de aire acondicionado o a una amiga que ya sabe instalar el programa en tu ordenador. Es tu decisión. No hay una opción mejor que otra, ni un camino peor que el otro.

Tiempo: tanto si decides resolverlo por ti misma como si tienes que pedir ayuda (gratuita o profesional) necesitas tiempo. En el primer caso, para aprender los conocimientos necesarios (aunque te lleve diez minutos) y ponerlos en práctica. En el segundo caso, tiempo y paciencia para encontrar a la persona adecuada, que además esté disponible y que quiera hacerlo.

Conocimientos: nadie nace enseñado (¿te suena?) Nacemos con las capacidades necesarias (biológicas y mentales) para aprender. Si ya tienes voluntad y tiempo, ahora viene esa etapa (breve o larga) de estudio y aprendizaje. Por experiencia, si el problema en cuestión es un reto que te mueve por dentro, este período es muy gratificante.

Práctica: la voluntad, el tiempo y los conocimientos no son garantía inmediata de nada. La práctica (otra vez volvemos al tiempo) es lo que hace el oficio, las maneras, profundizar en la enseñanza, en la experiencia… y obtener unos resultados mejores en calidad y cantidad. Pero antes de esta meta, pueden llegar decepciones, dudas, tropiezos… Otra vez, el tiempo sumado a la voluntad para no tirar la toalla.

El meollo del asunto es muy simple, casi un mantra. Recuerda: "Si no sabes hacerlo es que aún no lo has aprendido". Busca el camino y lo encontrarás.




jueves, 26 de enero de 2017

La escucha: el primer peldaño de la comunicación personal.

Encima de un escenario, delante del público, la persona que comunica más no es la que dice mejor su frase, es la que escucha mejor.

Al empezar las clases de teatro, uno de los errores más frecuentes es contar las líneas que tiene tu texto. Crees que, cuántas más palabras, más importante es tu personaje, podrás lucirte más, etc. Y no es así. Depende de tu capacidad de escucha. Haz la prueba. Ponte una buena película, con buenos actores. En algún momento, uno de esos actores o actrices hablará, pero la cámara no lo enfocará. La cámara no nos lo muestra. Lo que vemos es que la cámara está pendiente de la escucha del otro y es su rostro el que aparece en pantalla mientras el primero habla.

Y así es en la vida, en la familia, con tu pareja, en el trabajo… Hablar mucho con los demás no es garantía de comunicarte bien. Sólo quiere decir que has lanzado muchas palabras al aire. Como las semillas, algunas caerán en suelo fértil y otras no.

Lo básico, lo primero, es aprender a escuchar bien. Es el primer peldaño de la comunicación personal.

¿Cómo lo haces? Con la mente no. Eso es seguro. La mente es la que compara, juzga, critica… Escucha con el resto del cuerpo: con la mirada, con los ojos, con las manos, con los oídos, con la piel….

Lleva su tiempo, no te voy a engañar. Pero una vez que lo recuperes, es fácil. En algún momento, por educación e imitando a los adultos, has aprendido a escuchar con la mente. Ahora es el momento que vuelvas a hacerlo de forma orgánica, completa, fluida.

La escucha entendida de esta forma te abre muchas puertas: puertas interiores y puertas hacia los demás. No te pierdas esta aventura.


Nota: el sábado día 4 de febrero imparto un taller sobre la escucha en la comunicación personal: "A flor de piel". Si te interesa, aquí tienes toda la información.



jueves, 19 de enero de 2017

Si tú no eliges, alguien lo hará por ti.

Estoy sentada en la mesa de un restaurante esperando mi plato. Al lado, se sienta una mujer. Le dice a la camarera que espera a su marido que está aparcando el coche. La camarera le pregunta:

-    ¿Quiere tomar algo para beber? ¿Una caña? ¿Una copa de vino?

 No lo sé… Ahora vendrá mi marido.

Escucho la conversación y me quedo pensando en las ocasiones en las que no he tomado una decisión. Seguro que han sido muchas. ¿Quiero blanco o prefiero negro? ¿Qué me conviene? ¿El camino de la derecha o el de la izquierda? ¿Y si me equivoco? ¿Quizás el de en medio?

La duda paraliza. Cuando tienes que elegir entre varias opciones, te asaltan los miedos y las inquietudes. Nadie tiene una bola de cristal o un oráculo mágico que dé la respuesta correcta. Por eso, tienes que arriesgar. De hecho, lo haces constantemente: la ropa que te pones, el desayuno que has tomado, bajar las escaleras o en ascensor, ir al trabajo a pie o en coche o en metro…. Todo son opciones y tú eliges. Y es lo que tienes que hacer.

¿Qué otra alternativa tienes? No hacer nada. Esperar.

¿Sabes…? Si tú no haces nada, alguien lo hará por ti. Si tú no decides qué quieres hacer, alguien te dirá qué tienes que hacer. Si tú no alargas la mano y tomas lo que quieres, alguien te dará lo que cree que es mejor para ti.

¿Hay alguna diferencia entre que tú elijas o te lo den ya hecho? En definitiva, alguna vez acertarás y otra cometerás un error. Lo mismo que si te lo diera hecho otra persona. Lo mismo que hacía tu madre, tu padre o tu profesora cuando eras pequeña…. Ah, que ya no eres una niña. Que ya eres una mujer…


Si ya eres adulta, tienes capacidad de decisión sobre tu vida. Y si quieres aplicarlo a los asuntos importantes (comprar una casa, invertir en un negocio, tener un hijo, divorciarte…) te sugiero que empieces a practicar con las elecciones menudas (si quieres o no beber algo mientras esperas a tu marido y si prefieres tomar una cerveza o una copa de tinto) Al final, el camino será más provechoso y placentero para ti. 




miércoles, 11 de enero de 2017

Acepta los elogios o cómo quererte más.

Estos días me he dado cuenta que me sigue resultando difícil aceptar un cumplido. No tanto como hace unos años, ni mucho menos. Pero contestar, simplemente con un “gracias”, sin añadir “me alegro que te guste” o algo parecido, hace que salten todas las alarmas dentro mi cabeza.

La buena noticia es que ya hace años que dejé de responder con un: “¿tú crees?” o justificando y motivando el halago recibido. Por ejemplo, si me decían que me sentaba bien una blusa, respondía: “es que este color me favorece”. Con lo cual, al final, el mérito no era mío. La que se llevaba los cumplidos era la blusa y yo me quedaba tranquila.

Hace unos días, en las redes sociales, me han echado algún piropo. Lo primero que se me pasa por la cabeza es pensar que el agasajo es desproporcionado, que no me conoce en persona, que es una exageración… El segundo paso es parar. Respirar profundo y reflexionar que no es mi criterio, ni mi opinión. Que esa otra persona me percibe de esa forma (como una mujer/profesional capaz, inteligente, buena, guapa… o la cualidad que sea) y que yo no tengo derecho a poner en duda su franqueza y honestidad. Ni mucho menos, dudar de su criterio.

Y es que rebullen en mi cabeza frases dichas con la mejor de las intenciones: “al final te lo vas a creer”, “no seas creída”, “muéstrate humilde”, “el ego te puede”…

Sé que no lo parece pero aceptar un cumplido sin reservas es un ejercicio de humildad. Acepta de todo corazón las alabanzas que te hagan. Si es algo positivo, bueno hacia tu persona, no pongas en duda la opinión de los demás. Hay algo en tu persona que irradia esa característica (hermosa, imaginativa, sensual, ingeniosa, lista, perspicaz…) aunque tú no seas capaz de valorarla. Quizás, si podemos vernos con los ojos de los demás, al final descubriremos lo maravillosas que somos por dentro y por fuera.


Nota: Por si te ha interesado el tema, el 21 de enero, en Madrid, imparto un taller de tres horas en La Ventana Natural Canillejas para trabajar y desarrollar la autoestima: Quiérete mucho y bien




domingo, 8 de enero de 2017

Taller "A flor de piel" en La Ventana Natural Canillejas.


Con mi compañera Ana María Caro (médica, sexóloga y narradora oral) hemos preparado unos talleres de crecimiento personal y sexualidad para estos primeros meses del año. 

Cada taller es independiente entre sí pero, si acudes a todos, te darás cuenta que forman una unidad y te aportarán una visión y amplitud completa de trabajos, ejercicios y juegos. Por eso, hemos ofertado unos bonos-descuento si decides apuntarte a más de un taller.

Ana María Caro imparte los talleres de: 
  • Ellas, sabias, hermosas. Taller de sexualidad para mujeres (14 de enero)
  • Placer sin fecha de caducidad. Taller de sexualidad para mujeres y hombres que peinan canas (28 de enero)
  • Eros, ese tipo divertido. Taller de sexualidad para parejas. (11 de febrero)
Por mi parte, me encargo de los talleres de:
  • Quiérete mucho y bien. Taller de autoestima. (21 de enero)
  • A flor de piel. Taller de comunicación. (4 de febrero)
  • Cuentos de vida. Taller de desarrollo personal. (18 de febrero)
A flor de piel 

Taller de comunicación personal 


Fecha: 3 de febrero 2017, sábado.

Duración: 3 horas (10:45h a 13:45h)


Lugar: La Ventana Natural Canillejas. C/ Alcalá 598, Madrid.

Precio: 25€ el taller

(Infórmate sobre la oferta de bonos regalo para dos o tres talleres. Los talleres pueden ser para la misma persona o para compartir con alguien más)

Reserva tu plaza en el 910 52 23 95

Material necesario: Ropa cómoda, esterilla o alfombrilla de suelo, manta o toalla grande.



martes, 5 de enero de 2016

Cuenta lo que llevas dentro.

Hace un año me quedé sin voz. No podía hablar. Intentaba emitir alguna palabra y mi garganta me lo impedía, las cuerdas vocales no respondían. Para una persona que utiliza la voz como instrumento básico para su trabajo (tanto en los talleres como en las sesiones de cuentos) esta situación es difícil y complicada.

Al principio, me lo tomé con calma. Recurrí a los remedios de siempre: agua con miel y limón, descanso (dormir es básico), hidratarme, fuera lácteos y otros alimentos que me producen mucosidad, cataplasmas de arcilla…

Nada. Lo que en los primeros momentos parecía leve fue en aumento. Acudí al médico. Me recetó lo de siempre.  Dijo que no veía nada más que una inflamación en la garganta pero que no era vírica. Hice lo que me dijo sin ningún resultado. Volví a su consulta. Me dijo: “No hables. Descansa la voz"

Descansé. No hablé. Aunque hubiera querido no podía, no salía ni un solo sonido. Me inquieté, me enfadé, me puse nerviosa, pensé en lo peor…  Nada resultó.  Decidí enfrentarme a la situación.

¿Por qué no tenía voz? ¿Qué había sucedido? No era una enfermedad: el médico me había tranquilizado y lo había descartado por completo. Tampoco era un mal uso de mis cuerdas vocales: tengo una buena base técnica y mi respiración es la adecuada. Sin embargo, mi garganta estaba inflamada y mis cuerdas vocales no podían trabajar. ¿Qué se lo impedía?

Pasé unos días en silencio exterior, sin intentar decir ni una palabra. Por dentro, el diálogo seguía. Y llegó la respuesta.

Unos días antes de navidad, viví una situación que me impactó emocionalmente. Fue un comentario inesperado, dentro de una conversación banal, pero que me abrió los ojos en relación a una persona cercana. El momento fue tan intenso que, tras sus palabras, hubo un silencio suspendido en el tiempo. Intenso y violento. Como si algo se hubiera caído sin romperse, dejando ver lo que había en su interior. Enseguida, la otra persona reaccionó y  desvió la conversación por otros derroteros. Yo callé.

Pasaron varios días y no dije nada. Volví del viaje y, en mi hogar, tampoco comenté nada. Acabaron las fiestas y me quedé sin voz.

Cuando identifiqué mi bloqueo emocional lo conté como pude (un poco con palabras, muchos gestos y algo de escritura). Y fui mejorando. A los pocos días ya estaba hablando normalmente.

Estos días me llega una invitación de Miguel Guzmán para participar en su artículo corporativo. Siempre es una alegría que cuenten conmigo, mucho más un profesional con la trayectoria y la generosidad de Miguel Guzmán. Esta convocatoria el artículo es sobre la mejor película de desarrollo personal. Tengo muchas, la verdad. Pero como tenía que decidirme por una, y estamos en las fechas que estamos, esta es la mía: The Help, de Tate Taylor (traducida en España por “Criadas y Señoras”, los matices que se pierden en la traducción del título).

Por si alguien no la ha visto, la película transcurre en los años 60 en Mississipi.  Una joven blanca que quiere ser escritora. Y empieza a entrevistar a las mujeres negras que han ejercido como sirvientes en casas de blancos durante toda su vida.

La película nos habla de su día a día, de la discriminación racial, de la violencia doméstica, del aparentar, del vacío entre parejas, de las clases sociales, de la amistad, del amor…  Pero, como indica el título original, también es una llamada de auxilio, de ayuda.

Por encima de todos esos temas, de esas historias cruzadas, nos habla de lo importante que es contar tu historia. Hasta que las mujeres protagonistas no deciden narrar lo que ocurre, explicar sus experiencias, en voz alta, sin tapujos (aunque sea desde el anonimato, por la época y las leyes raciales del momento) no avanzan como seres humanos, como individuos  y como grupo racial.

Al final, uno de los personajes conductores acaba con estas frases: “Nunca nadie me había preguntado qué sentía siendo yo. Cuando conté la verdad sobre ello, me sentí libre”.

Cuenta quién eres, cómo te sientes, qué piensas, qué has vivido y qué anhelas. Tanto da que sea con letras, dibujando, con barro, bailando o con tus propias palabras. No lo guardes, ni te lo quedes dentro. Habla, exprésalo. Algunos queremos saberlo.