lunes, 20 de febrero de 2012

Una habitación propia… o, al menos, un rincón en la casa.

Imagen: guiaparadecorar.com

Este trimestre trabajo el Método de Acciones Teatrales con un grupo de mujeres. Exploramos las emociones a través de las técnicas teatrales. Estas últimas semanas, hemos estado trabajando los límites. A modo de ejemplo, para ilustrar una explicación, les hablé del libro “Una habitación propia” de Virginia Woolf. Comentando las experiencias y las vivencias de cada miembro del grupo, una de ellas (una mujer abierta, expresiva, valiente, profesional, madre de dos niños, casada) afirmó que en su casa no había ningún espacio para ella.

Al principio, creíamos que hablaba metafóricamente, pero no, resultó que era literal. En su casa, todo está delimitado: el despacho para su marido, la habitación de los niños, la del matrimonio, el salón para las visitas, la terraza cubierta para los juegos de los hijos… Ella no tenía su espacio, todos eran o compartidos o para el disfrute de los demás miembros de la familia.

Imaginando la situación, maticé: “Algún rincón debe ser tuyo… ¿dónde colocas tus libros?”. “Los tengo en casa de mi madre –respondió- guardados en cajas”.

No, definitivamente, no tenía un espacio propio.

Nos enseñan a compartir, a prestar nuestros juguetes, a respetar el espacio ajeno, a cuidar de los lugares comunes… ¡y se olvidan de advertirnos sobre la importancia de tener un espacio personal, propio, intransferible!

Creo que no podemos desarrollarnos como personas felices y completas si no aprendemos a respetarnos y a querernos. Si los animales (perros, gatos, canarios…) necesitan tener sus cosas, su jaula, sus comederos, su sillón preferido, sus juguetes, su lugar en la ventana para observar a la gente que pasa… ¿Qué nos hace pensar que nosotros podemos estar a gusto sin estos principios básicos?

No estoy hablando de grandes lujos, espacios enormes y suntuosos. No, digo que si te gusta la lectura tengas, al menos, un estante en tu casa destinado a tus libros. Que si te maquillas, en el cuarto de baño reserves un cajón (o balda, o cestito, o neceser, o…) para guardar tus cosméticos. Que si no puedes disponer de ese vestidor espectacular con el que sueñas, al menos, tengas un espacio (equitativo, inviolable y personalizado) en el armario que compartes con tu pareja.

Puede parecer una tontería, pero no lo es. Es fundamental. Si empiezas a reconquistar, poco a poco, tu propio territorio físico, podrás empezar a recuperar tu espacio temporal (tiempo para ti, para tus cosas, para tus aficiones, para tu trabajo, para decidir no hacer nada, para hacer deporte, para leer lo que te gusta, para estudiar…)

Tú tienes derecho a tener un espacio y un tiempo propios para ser la persona que has decidido ser. No renuncies a ello.

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