Acabo de leer un artículo que me ha llamado poderosamente la atención. Y me ha hecho reflexionar mucho más. El texto se titula “¡Atrévete a intentarlo!" y la autora es Mar Cantero.
Su exposición empieza citando al premio Nobel de Economía,
John Forbes Nash: “Con cada nuevo intento, me acerco más al éxito”. Mar Cantero
nos explica que, en sus cursos de coaching, propone a sus alumnos un sencillo
ejercicio: les pide que “intenten” coger el lápiz. Según sus palabras, “casi
todos lo hacen sin problemas”, ya que “casi nadie es capaz de ver la diferencia”
entre intentar y hacerlo, y van y lo cogen. Concluye explicando que intentar no
significa conseguir, y que “cada uno de tus intentos tiene gran valor”.
Yo acudo al diccionario y constato que “intentar” es “tener
ánimo de hacer algo”.
Ay… pero no me quedo tranquila. Tal vez sea porque he vivido
demasiados “intentos” y desconfío profundamente de ellos. Sí, si en nuestra
vida aplicamos la definición del diccionario (y la experiencia práctica de Mar
Cantero) todo será perfecto. Pero… ¿y si ese ánimo de hacer sufre un desmayo y
se convierte en desánimo?
Me explico:
Si un actor dice “Voy a intentar representar mi personaje”
el director (y mucho más el productor) tiemblan.
Si unos recién casados dicen que “van a intentar ser felices”,
Si una cita te asegura que “intentará ser puntual”,
Si tu hijo te promete que “intentará estudiar esta tarde”,
Si un amigo te promete que “intentará devolverte el dinero
prestado”,
… ¿hasta que punto crees que su voluntad está implicada en
este proceso?
Claro que si aseguran “seré puntual”, “estudiaré esta tarde”,
“te devolveré el dinero” o “soy la persona más feliz del mundo” (no olvidemos
que son recién casados), no es una garantía absoluta para que estas
afirmaciones se vuelvan realidad. Pero, a mi entender, sí que son un paso más
importante y comprometido para poder llegar a cumplirse (aunque sea después de
varios errores y aprendizajes).
Si creemos en el poder de la palabra, en la fuerza del
pensamiento y en nosotros mismos es preferible hablar tomando la
responsabilidad de nuestras acciones. Cosa que no implica ser cien por cien responsables del
resultado. Este puede variar por muchas circunstancias. La energía y la fuerza
que transmitimos a nuestros pensamientos y a nuestras acciones sólo dependen de
nosotros mismos.
¿Lo vas a intentar… o prefieres hacerlo?
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