sábado, 20 de abril de 2013

¿Quién nos salva del dragón? (enfrentarse a los miedos)


(Para Abril, un mes lleno de libros, rosas y dragones.
 Artículo publicado en la revista MujerxMujer.)

Cuando era pequeña, pasaba largas temporadas en la casa de mi abuela. Era una casa de pueblo, maderas que chirriaban, corrientes de frío bailando por la habitación, muebles que crujían, el somier de la cama se quejaba cada vez que yo movía un dedo de pie, el aire de la noche entraba por la ventana,  zarandeando las cortinas… Yo intentaba pasar desapercibida dentro del enorme lecho y empezaba a inventar. Inventaba manos que movían los visillos, cabezas que asomaban por detrás de la puerta, cuerpos que empujaban los armarios, garras que trepaban por los pies de la cama… Al principio, sabía que todo eran imaginaciones mías, al final mi historia se convertía en auténtica y tenía que realizar titánicos esfuerzos para no gritar pidiendo auxilio. (De hecho, lo único que me frenaba era pensar que esa mano trepadora localizaría mi garganta siguiendo el hilo del grito).


Estas vivencias de infancia me han servido para varias cosas. La primera, para desarrollar y potenciar mi imaginación. La segunda (y es un secreto que comparto con vosotras), para saber que los monstruos, los dragones y las bestias feroces, nacen en nuestro interior. Los alimentamos, cuidamos y mimamos hasta que son enormes. Y, si no hacemos nada para remediarlo, le cedemos todo nuestro poder hasta que nos encontramos perdidas.

En la sociedad actual, nos han vendido (y nosotras hemos comprado) la idea que necesitamos ayuda desesperadamente para hacerles frente.  Sin el auxilio de un caballero o una dama que nos salve de nuestro dragón, no tenemos nada que hacer.  Por eso, hemos andado en busca de los susodichos caballeros/damas en forma de pareja, padres, amigos, coach, psicólogos, gurús, amigas, vecinas, doctores, libros de autoayuda, tarotistas…

Si recurrimos a la sabiduría popular en forma de narración  oral, vemos que en todo cuento popular podemos encontrar unos personajes amigables que nos tienden una mano o nos proporcionan el objeto mágico para poder vencer o superar el problema (bien sea resolver un acertijo o matar a un dragón). Pero, en definitiva, quien actúa es el protagonista, no el ayudante.

Si has tenido la suficiente energía (y os puedo asegurar que se requiere mucha) para alimentar al “dragón” también la tienes para hacerlo desaparecer o, al menos, convertirlo en tu mejor aliado.

De este modo, se podrá cumplir mi deseo para este mes de Abril:

Yo, para este mes de Abril y para todos los que tienen que llegar, quiero mujeres libreras, mujeres que escriben, mujeres que cuentan, mujeres que relatan, mujeres que inventan, mujeres que labran (segundo a segundo, acción por acción) toda una vida. En definitiva, nosotras mismas somos nuestro dragón y, en nuestra piel, llevamos las cicatrices (imaginarias o reales) de tantas luchas, batallas y escaramuzas que hemos librado con nuestros miedos y angustias. Y, como tantas otras antepasadas nuestras, seguimos gozando de la Vida, con ganas, optimismo y fuerza. 







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